(Warhammer - Corazones Negros 02) La Lanza Rota by Nathan Long

(Warhammer - Corazones Negros 02) La Lanza Rota by Nathan Long

autor:Nathan Long [Long, Nathan]
La lengua: spa
Format: epub
publicado: 2011-12-31T16:33:50+00:00


Capítulo 12

El honor de los caballeros

Mientras los hombres rata se aproximaban, Reiner vio detrás de ellos a Shaeder que corría hacia un pasadizo lateral y a un hombre rata alto, de negro pelaje y bruñida armadura, que observaba desde una distancia segura. Luego ya no hubo tiempo para prestarle atención a nada más que a las armas que lo acometían. Reiner disparó con la pistola a los ojos del hombre rata que tenía más cerca y que salió despedido hacia atrás con la cara convertida en un cráter rojo. Otro le lanzó una salvaje estocada, aunque los brillantes ojos negros no manifestaban emoción alguna. Reiner le arrojó la pistola y bloqueó el ataque con la espada mientras desenvainaba la daga.

Detrás de él, Franka y Giano paraban y esquivaban como locos. Nueve armas los atacaban con estocadas y tajos, y los hombres rata no eran malos espadachines. Aunque no podían compararse con Reiner ni Giano en fuerza, compensaban de sobras este déficit con una rapidez terrorífica. Los tres humanos no tenían ninguna posibilidad para contraatacar, pues estaban demasiado ocupados en mantener a distancia las espadas de los hombres rata, o al menos en intentarlo, porque estaban fracasando estrepitosamente.

Reiner bramó cuando un hombre rata le abrió un tajo en un antebrazo. Oía los gritos ahogados de Franka y Giano cuando también sufrían heridas. Otro hombre rata le abrió un tajo en la frente y la sangre que manó de la herida se le metió en los ojos y lo cegó a medias. Un tercer estoque le hizo un corte en las costillas.

Reiner notó cómo crecía la furia dentro de él. Las escrituras de Sigmar decían que morir en batalla contra los enemigos de la humanidad era el más noble destino que podía tener un hombre del Imperio. Pues era pura palabrería. Reiner quería morir a causa de los excesos cometidos cuando fuera muy viejo, rodeado de fabulosas riquezas. En lugar de eso, iba a morir inútilmente allí, en un túnel mugriento, lanzado a través de las puertas de Morr cuando aún tenía toda la vida por delante.

También era pura palabrería cualquier idea de que pudiera ser romántico morir junto a su amada. Era la más cruel de las bromas. Había tantísimas cosas que no habían hecho... No habían bailado ni vivido juntos. No habían hecho el amor. Y, lo peor de todo, no habían sido libres. Todo el tiempo, desde que Reiner la conocía, él y Franka habían sido prisioneros bajo el yugo del Imperio, de Manfred o del hermano de éste. Reiner nunca había tenido la posibilidad de mostrarle los sitios que había frecuentado, de explorar con ella lugares nuevos, ni siquiera de quedarse en casa y olvidarse del mundo con ella a su lado.

Sentía los brazos cada vez más pesados mientras los movía a uno y otro lado para detener todo el acero que lo acometía. Una afilada hoja se le clavó en una pierna. Otra le hizo un corte en una oreja.

—Franka, yo...

La muchacha le lanzó una rápida mirada después de agacharse y antes de bloquear un ataque.



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